Saturday, April 29, 2006

La malicia y la expansión del Canal

Via Prensa.com
MODERNIZACIÓN.
La malicia y la expansión del Canal
Carlos Iván Zúñiga Guardia

En los años iniciales de la vida política de Mussolini, cuando aún no definía para el mundo exterior su vocación totalitaria, en la época en que Winston Churchill elogiaba su línea ideológica anticomunista, el líder italiano llegó a decir que su éxito se debía a que desde la punta de los pies hasta la parte más alta de la cabeza estaba edificado sobre la base de la desconfianza. El no creer en nadie y sospechar de todos pareciera ser un mandamiento propio de los hombres fuertes o totalitarios y de los gobernantes mediocres.

Es decir, la desconfianza llega a ser como un estado de ánimo permanente en todo mandatario que se aferra al poder. La opinión contraria no se acepta como un derecho o como una inocente disidencia, sino como parte de un proceso conspirativo.

En un dirigente democrático no se puede concebir que su espíritu esté constantemente perturbado por la presunta acechanza traidora. Ese dirigente se limita a darle vida a las normas de la convivencia sosegada y su conciencia reposa tranquila al amparo de un estado de derecho.

Otra cosa es la malicia. Es lo que invita a la prudencia, a la diligente conducta para no tropezar con las sorpresas. Para el abogado, por ejemplo, la malicia es lanza y escudo, más escudo que lanza. Escuchar el argumento del cliente es cuestión imprescindible, pero escudriñar cuanto se dijo con un bisturí mental para identificar la verdad y desestimar lo dudoso, es todo un ejercicio dialéctico de la malicia.

En mi vida de abogado, sobre todo en el campo penal, siempre escuché al interesado con reservas, dando, empero, el beneficio de la duda. Es lo contrario a la desconfianza de cuyo ánimo íntimo e iconoclasta no escapa nadie ni nada.

De allí que resulta absolutamente escabroso vivir bajo el flujo de la desconfianza, mientras que vivir en estado de malicia es lo más entretenido porque viven abiertas las compuertas del ingenio. El malicioso analiza los gestos, la mirada, el contenido sincero o artero del discurso del prójimo y en ese análisis de todo lo que puede ser simulado el aburrimiento no reemplaza lo que produce natural diversión.

Entre la desconfianza y la malicia existen sutiles diferencias. En la desconfianza se atrofian los valores de los seres humanos. La lealtad yace en extinción perpetua. En la malicia se ronda de pronto en la desconfianza sin caer en ella. El beneficio de la duda está siempre presente como para no negar del todo los valores. Otelo personifica la desconfianza apasionada y la malicia la personifica el tipo atlético, más felino que vacuno.

Yo no sé si el pueblo panameño es desconfiado o malicioso. Por los golpes recibidos a lo largo de su historia no resulta arriesgado pensar que es desconfiado. Pero por las entregas sucesivas, una y otra vez, a sus verdugos, a sus defraudadores, no creo que es del todo desconfiado.

Y si no es del todo desconfiado puede ser en algo malicioso. Lo domina el secreto temor de que siempre algo novedoso se cocina en su perjuicio. En las noches cuando reposa en sueños ligeros, entre el insomnio, el letargo y la entrega parcial a Morfeo, seguramente sonríe y murmura: "¿en esta expansión del Canal qué se estará cocinando?". Es la malicia histórica que no se fatiga.

De allí que la Comisión del Canal, antes de entrar en el análisis del proyecto, debe enfrentarse didácticamente a la malicia del pueblo. Debe penetrar en el socavón profundo del alma popular, allí donde habita la malicia atrapada de pronto por la desconfianza, y explicar que en la expansión del Canal no se cocina como querido o previsto un nuevo negociado histórico, sino el más propicio alimento económico y hasta espiritual para la patria, ya que el proyecto nos podría unir y enaltecer como nación.

En esta dirección debe encaminarse toda tarea informativa inicial. Y en esa misma dirección deben los adversarios de la expansión agotar sus argumentos.

Es que lo que se encuentra en el tapete sobre el Canal es algo inédito. No se trata de los tratados de antaño cuyo contenido despertaba el sentimiento patriótico. Ahora es una iniciativa altamente técnica que debe someterse a todos los debates y a las ecuaciones de todos los expertos, ya que por su complejidad son pocas las palabras rectoras.

En razón de lo expuesto es fundamental hacer un inventario de interrogantes y dar respuesta con transparencia y objetividad.

Sólo así se despejaría toda malicia, no se caería en la desconfianza y el proyecto pasaría a la historia como fruto de la misma eficiencia y seriedad como la Comisión del Canal ha venido manejando la vía interoceánica.
El autor es abogado y fue rector de la Universidad de Panamá

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